De acuerdo con los
planteamientos de HAMEL, aquello que no crea o genera valor, es un centro de
costo. Es decir, todo aquello que no tiene la capacidad de sorprender (positivamente)
a sus clientes o apalancar las capacidades distintivas de una organización,
tiende a ser algo de poco valor para la empresa, dicho de otra forma, no
participa de manera activa en el modelo de generación de valor de una
organización.
En este sentido, entender
cómo las organizaciones definen su forma de posicionarse en un sector de
negocio, es un factor clave para cualquier ejecutivo de una empresa, toda vez,
que es una forma de sumergirse en su pensamiento estratégico, en la forma como
articula sus esfuerzos para “desafiar las creencias que todos dan por sentado”
y posicionar a la organización en un sitio de privilegio para marcar una diferencia
que transforma el sector donde opera y cautiva a sus grupos de interés.
Habida cuenta de lo anterior,
desarrollar un concepto de seguridad de la información, “valioso” para una
organización, es un ejercicio de madurez, de transformación tanto del ejecutivo
de la seguridad, como del reconocimiento corporativo de la información como un
activo tan importante como los productos y/o servicios que ofrece la empresa.
Esto es, lo valioso de la función de seguridad de la información, deberá surtir
una evolución que inicia en el aseguramiento de las condiciones básicas de
seguridad y control, generalmente asociadas con la clasificación de la
información y el control de acceso hasta la incorporación de la función en el
modelo de generación de valor de la empresa.
Una seguridad de la
información valiosa estará articulada inicialmente en el progreso de la
organización en el fortalecimiento de su cultura de protección, en donde las
creencias de las personas naturalmente validan las medidas de aseguramiento de
la información en sus diversas actuaciones, es decir, encuentran en cada
actividad formas de valorar la información y tomar las decisiones que sean del
caso.
Una vez el valor de la
información, adquiere una connotación inherente a las actuaciones de la
organización y se refuerza cada día en las actuaciones de cada uno de sus
participantes, la empresa entiende que los riesgos propios del tratamiento de
la información en sus procesos de negocio, hace parte fundamental del
aseguramiento del valor de la empresa. Esto es, revelar dentro de la esencia
misma de los productos y servicios, así como dentro de las expectativas del
gobierno corporativo, que el entendimiento de la inseguridad de la información
es una forma para encontrar las discontinuidades que pueden afectar la forma
como la organización agrega valor a sus clientes.
Sin perjuicio de lo anterior,
las medidas de seguridad y control implementadas, generalmente procedimentales
y tecnológicas, muestran claramente un paso clave de aquella empresa que
entiende la responsabilidad propia de proteger un activo con la participación
de los custodios de la misma: cada empleado. Estas medidas, permiten declarar
de manera formal la necesidad de aseguramiento que se requiere frente a los
activos protegidos y es la manera como se le comunica al usuario final que hace
parte de la cadena de “protectores” de la información, que con sus actuaciones
hacen más complicado que personas no autorizadas tengan acceso a la misma.
Si en el proceso evolutivo,
la cultura se encuentra afianzada, las medidas de control básicas aseguradas y
debidamente aplicadas (incluso auditadas por terceros independientes), la
función de seguridad de la información se mueve con agilidad a transformarse en
una función de cumplimiento, es decir, en una función que es reconocida por la
organización que cuenta con la autoridad, los recursos, las competencias y la
posición organizacional para indicarle a los procesos de negocio que debe
cumplir con parámetros básicos de protección para operar dentro de los
estándares reconocidos tanto nacional como internacionalmente.
La función de cumplimiento es
un paso obligado de la función de seguridad de la información, pues confirma en
su proceso de madurez, una consolidación de prácticas básicas que se deben
incorporar en el discurso corporativo, como quiera que se incorpora dentro de
las estrategias pragmáticas de la empresa, para competir de manera adecuada en
su entorno y proteger la reputación y el buen nombre de la empresa, valores
fundamentales que son leídos claramente por el cuerpo ejecutivo de la
corporación.
Mantenerse en este momento de
evolución, significa conocer cada vez mejor la organización y sus riesgos de
negocio. Es buscar y encontrar nuevos patrones entre las condiciones del
mercado que pueden afectar el buen tratamiento de la información o afectar
aquellos valores sensibles de la empresa, representados en el posicionamiento
de la empresa o de sus más altos ejecutivos.
Con el paso del tiempo, tanto
las estrategias de la función de seguridad de la información, como las de su
equipo complementario en seguridad de TI, deberán cambiar nuevamente y
reinventarse frente al entorno que ella ha aprendido a reconocer. Es decir,
debe reconocer en el ambiente dinámico de la empresa, las habilidades y
capacidades que debe incorporar, desarrollar y ajustar para comenzar a ser
parte de las conversaciones más allá de los riesgos relacionados con el
cumplimiento empresarial.
Si bien asegurar una cultura
de seguridad de la información, una adecuada clasificación de información,
incorporar medidas de seguridad y control al interior de los procesos para
mitigar los riesgos propios del tratamiento de la información, son actividades
valiosas y de reconocida utilidad, se hace necesario que estas generen más que
resultados tácticos y operacionales concretos, para que el valor de las mismas
trascienda estos niveles y comience a ser parte de la agenda de los ejecutivos
de primer nivel de la organización.
Para que esto ocurra, los
participantes de la función de seguridad de la información valiosa deben, como
anota HAMEL, identificar las inconveniencias, resistencias y molestias de los
clientes, para capturar necesidades estratégicas no articuladas, que permitan
detallar las expectativas de los ejecutivos de la empresa, utilizando los
atractivos y habilidades que poseen para sorprender positivamente a la
organización, trabajando fuertemente desde el entendimiento del reto hasta
asegurar los detalles de la implementación.
Lograr un estado como el
anterior, exige del ejecutivo de seguridad de la información un ejercicio de
liderazgo centrado en la maestría de la inseguridad de la información, esto es,
un voto de confianza de la alta gerencia que acepta la inevitabilidad de la
falla, que promueve equivocarse de manera diferente cada vez, que desaprende
del entorno que lo rodea y que demuestra actitud sincera y abierta para
movilizarse e identificar los umbrales aceptables de riesgos residuales.
Liderar una función de
seguridad de la información valiosa, que ha superado (es decir, tiene asegurada
de manera sistemática y permanente) el ejercicio de controles básicos de
operación de la seguridad es, parafraseando a SHARMA, una declaración para compartir
ideas sobre la inevitabilidad de la falla, escuchar agresivamente la
inseguridad, decir la verdad sobre el nivel de exposición al riesgo y descubrir
en cada falla, la sabiduría del error, como fuente de motivación que nos abre
la puerta para afinar facultades y talentos necesarios para leer el modelo de
generación de valor de empresa en clave de la inseguridad.
Referencias
HAMEL, G. (2012) Lo que importa ahora. Ed. Norma
SHARMA, R. (2011) Las 8 claves del liderazgo del monje que
vendió su ferrari. Liberduplex. Debolsillo.
Este proceso de madurez que se observa en el devenir de la seguridad e inseguridad de la información es un proceso lento que no es siempre reconocido al interior de las diferentes entidades. Pocas de ellas entienden y articulan los tres procesos en un solo norte, basándose en la premisa fundamental de que la información es el activo más importante dentro de las mismas. Amén de que se dan muchos esfuerzos en los controles tecnológicos y de la concientización de los funcionarios, se olvidan de un factor decisivo y primordial dentro de la estructura de seguridad de la información: la clasificación de la misma. No en vano, por más que se realicen esfuerzos al interior, no se concreta la seguridad de la información como un pilar fundamental en el proceso corporativo dado que no se coordinan e integran estos factores tan disimiles. Aunado a esto se encuentra también la dificultad que posee el líder de seguridad corporativo al enviar los mensajes claros a la alta gerencia. Estos factores hacen que la Seguridad de la Información no permee adecuadamente en la cultura organizacional. Todo esto requiere de tiempo y esfuerzo por parte del personal de Seguridad de la Información para que poco a poco y con paso sostenido sea incluida y valorada en su real dimensión.
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