domingo, 21 de enero de 2018

La paradoja de la experiencia: Un reto para los CISO más experimentados

Los más experimentados directores o ejecutivos de seguridad de la información tienden a sufrir la “paradoja de la experiencia”. Una paradoja que generalmente se presenta luego de más de una o dos décadas de ejercicio profesional en dicha disciplina. Esta paradoja, si bien no es algo que comprometa la esencia de su práctica, si es un riesgo latente que deben atender para evitar el aumento del nivel de sesgos que se pueden presentar en sus decisiones, sin poderlos notar.

La paradoja de la experiencia es, siguiendo las ideas de Taylor (2016, p.72-73), “la frustrante realidad de que cuanto más profundamente sumergido se está en un mercado, una categoría de producto o una tecnología, más difícil resulta abrirse a nuevos modelos, nuevas ideas o propuestas que pueden remodelar ese mercado o formas prometedoras de superar esa tecnología”. En este sentido, cambiar de dominio o perspectiva puede ayudar al ejecutivo de seguridad de la información a retar su práctica introduciendo visiones que sugieran reflexiones distintas.

En un contexto donde el flujo de información se presenta de formas inesperadas, la densidad digital (Káganer, Zamora, & Sieber, 2013) aumenta de manera exponencial y más objetos del mundo físico son digitalmente modificados, es necesario que los profesionales de seguridad tomen distancia de sus saberes previos y las buenas prácticas que conocen, para observar la nueva pintura de la realidad que tienen en la actualidad. El ejercicio no es observar lo que se ve en este panorama, sino poder hablar acerca de lo que se ve, poder detallar aspectos invisibles a la cognición y particularmente, reconocer que no se tiene la variedad requerida para dar cuenta con los riesgos emergentes o reinventados, que se ocultan en este contexto.

Crear zonas de disonancia y discrepancia en la manera como se lee el entorno, permite mover de la zona cómoda a los analistas tradicionales de seguridad. Incorporar visiones de personas no especialistas en seguridad, profesionales que sean críticos de los estándares conocidos, sorprenderse con posibilidades no documentadas, incorporar lecciones aprendidas de otros procesos y crear conexiones entre dominios aparentemente no relacionados son entre otras, algunas rutinas que la función de seguridad de la información deberá incorporar para poder superar el reto de la “paradoja de la experiencia”.

En este contexto, los profesionales de seguridad deben activar más que la innovación, la imaginación. Esto es, ventanas de aprendizaje permanente, creando experiencias de eventos que puedan sorprenderlos, con el fin adelantar un ejercicio semejante al que adelantan los atacantes. Mientras los “chicos malos” se mantienen “jugando y experimentando” en el terreno de la incierto y no documentado, los profesionales de seguridad de la información deberán desarrollar un sentido de urgencia para avanzar y concretar propuestas que visualicen nuevas formas de anticipar los movimientos de los agresores.

Por tanto, los ejecutivos de seguridad de la información deberán estar atentos a reconocer y superar al menos los siguientes siete (7) sesgos (Meyer & Kunreuther, 2017) en sus decisiones sobre la protección de la información y el valor de la empresa, como quiera que no hacerlo, es habilitar un entorno de vulnerabilidad no documentada, que sólo se hace evidente una vez se ha concretado un hecho.

El primero es el sesgo de miopía, que implica concentrarse en decisiones de corto plazo y soluciones inmediatas. Este sesgo muchas veces se aumenta con la presión de las organización y los miembros de junta por tener resultados de manera pronta, lo que termina marginando la capacidad sistémica de ver otros aspectos del entorno, que pudiendo ser relevantes, terminan siendo marginados de los análisis y abandonados luego por la exigencia de agilidad y efectividad requerida por la organización.

El segundo es el sesgo de amnesia, que se concreta cuando se olvidan rápidamente las lecciones del pasado. Un ejecutivo de seguridad que no mantiene la trazabilidad o línea de tiempo de los eventos claves que han ocurrido dentro o fuera de la organización, termina decidiendo con lo que con su corta memoria puede recordar sobre los hechos que se materializaron. Su equipo debe ayudarlo a mantener vigente el mapa de lecciones que se han aprendido y se deben aprender.

El tercero es el sesgo de optimismo, que habla sobre subestimar la probabilidad de la pérdida por un incidente. Si bien, el ejecutivo de seguridad sabe el nivel de inversión y confiabilidad de la tecnologías de protección que tiene incorporada, debe mantener un mínimo de paranoia bien administrado que le permita estar indagando y retando los niveles de seguridad y control que tiene disponibles y cómo un ataque puede afectar a la organización y comprometer el valor que ella genera.

El cuarto es el sesgo de inercia, ese que quiere mantener el statu quo, aquel que dice “lo que tenemos es suficiente y además no ha pasado nada”. Esta postura, lo que hace es habilitar un escenario de posibles amenazas que crece de forma silenciosa, dado que los atacantes saben y conocen las rutinas de monitoreo y control que tiene la organización. Lo que aparentemente puede ser normal, puede estar gestando una brecha de forma oculta.

El quinto sesgo es el de simplificación, en donde el ejecutivo tiene atención selectiva a ciertos detalles, dejando de lado a otros. Este sesgo es muy sensible y requiere que múltiples fuentes y análisis se vinculen y reten las reflexiones del director de seguridad de la información, con el fin de ver aspectos del entorno que podría ser relevantes frente a una situación particular. Las tendencias y patrones que se puedan identificar, aún no sean confirmadas pueden ayudar a anticipar posibles amenazas que están en curso.

El sexto sesgo es el de influenciar, en el cual el responsable de seguridad de la información toma acción basado en opciones que otros han tomado previamente. Si bien, otros colegas tienen experiencia en el tratamiento de una situación particular, es claro que tenían un contexto diferente de aquel que la tiene en este momento. Por tanto, es clave consultar la práctica de otros, para construir el escenario propio donde variables diferentes van a orientar decisiones en otras direcciones.

El último sesgo de arrogancia(*), es una característica del profesional de seguridad que piensa que conoce siempre la respuesta para asegurar una situación inesperada. Si bien el responsable de seguridad debe confiar en sus saberes, prácticas y estándares, y transmitir tranquilidad a sus grupos de interés, debe también darle paso a aquellos que desde otras disciplinas retan sus reflexiones y propuestas. En la medida que el directivo de seguridad pueda superar sus propias seguridades, es posible encontrar alternativas que sumen a las iniciativas de protección que requiere una organización.

En consecuencia, la “paradoja de la experiencia” es un elemento a tener en cuenta en el desarrollo de un Chief Information Security Officer, como una sana advertencia para mantenerse atento sobre los acelerados cambios del entorno, las inestabilidades de sus saberes previos y sobremanera, como una forma de preguntarse cada cierto tiempo, “¿cuándo fue la última vez que hice algo por primera vez?”.

Referencias
Káganer, E., Zamora, J. y Sieber, S. (2013) Cinco habilidades del líder digital. IESE Insight. Tercer trimestre. 18.
Meyer, R. & Kunreuther, H. (2017) The ostrich paradox. Why we underprapare for disasters. Philadelphia, Pennsylvania. USA: Wharton Digital Press.
Taylor, W. (2016) Simply brillant. How great organizations do ordinary things in extraordinary ways. New York, USA: Penguin.

(*) Sesgo basado en la experiencia y fuera de la referencia de Meyer & Kunreuther (2017).

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